miércoles, 1 de abril de 2015

Adiestramiento del Perro San Bernardo

En los albores del siglo XXI, no obstante el desarrollo de la tecnología, el perro sigue siendo irreemplazable en las funciones de contenido social y humanitario: El adiestramiento para auxiliar -como lazarillo o para sordomudos-; casi infalible detector de estupefacientes, sustancias peligrosas o explosivas; y, en el tema que nos ocupa, rastreador en la búsqueda de personas extraviadas o, tras atentados y derrumbes de diverso origen, especialista en hallazgo de víctimas sepultadas por los escombros. La intervención de canes adiestrados, junto a sus conductores socorristas, ha permitido el salvamento de quienes sufrieran las consecuencias de terremotos y maremotos, huracanes y ventiscas, aludes, derrumbamientos naturales o provocados, tras la caída de edificios, puentes, colisiones de ferrocarril, explosiones de minas, derrapes de túneles y otros accidentes subterráneos, y a nivel de superficie, encontrar a seres perdidos en descampados, bosque, grutas, u ocultos, rehenes de secuestros. Una brigada de perros de búsqueda y rescate, el adiestramiento del San Bernardo pues, no se limita al auxilio de personas enterradas o reclusas por efecto de los terremotos, si bien es cuando la acción de los sismos que, probablemente, los canes resultan insustituibles. Aún no hay perceptores mecánicos -electrónicos, quimiotérmicos, etc.- que superen la detección canina, no sólo por su capacidad olfativa y la de discriminar sonidos, sino por la velocidad empleada para descubrir a sepultados, al contar con un comodín, la intuición, virtud carente en aparatos y máquinas. Naturalmente que esta intuición consiste en la suma de receptores, en la fineza de sentidos fisiológicos, pero aquí participa algo faltante en la máquina detectora: la voluntad e, inclusive, el empecinamiento perruno..., el insistir caprichoso, lúdico, afectivo, cosa prohibida a los instrumentos mecánicos. He aquí una comprobación surgida del socorrismo en aludes: mientras que un equipo de diez técnicos, dotados con instrumental tecnológico de avanzada, cubre un área de una hectárea en 70 minutos, en igual superficie, un perro precisa sólo 10 minutos y su eficacia suele ser mayor. Tratándose de búsqueda bajo escombros (derrumbes) la experiencia arroja el siguiente promedio comparativo: en 5 minutos un can de rescate consigue cubrir 100 metros cuadrados; el hombre, valiéndose de instrumental, y con suerte, necesita de 45 minutos...Ni que decir, el factor tiempo, textualmente, será de vital importancia al producirse este tipo de catástrofes. Valga una acotación del técnico Enzo Vezzoli: "Además, ningún aparato, hasta hoy, detecta personas muertas; y para los parientes y deudos, el poder velar y despedirse de las víctimas, con el cuerpo presente, los ayuda a asumir el doloroso trance, porque a un desaparecido ni siquiera se lo llora".